Porque siento las brisas trazando nuevas historias
las praderas susurran una bienvenida, con las aves del desierto.
Porque sin fin no hay comienzo, sin ciclo, sin intermedios.
Si la llama nombrada dioses, bendicen las tempestades y fuegos interminables
historias sin personajes, sin imagenes y en blancos colores.
Un relato supersticioso de ingratos comensales de corazones fortuitos,
donde la doncella no es damisela y el príncipe no es de azul traje vestido.
Sin lagrimas llorando los espíritus, reclamando sus cuerpos que yacen en las nubes,
implorando por supersticiones de larga existencia infinita.
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En ciclos de infinito arte, ya no busco lo que deseo. Ni llega quien detesto